¡Oye, mi gente de la isla y de la diáspora!
Que el son no pare, aunque la cosa se ponga tensa en la tierra del Tío Sam.
Esto no es un cuento de la radio, ni un bolero pa’ llorar en la esquina.
Esto es el ritmo de la calle, el tambor que avisa cuando algo se tranca.
Me llega el rumor, como viento de costa, que en los yanquis hay un cierre, un apagonazo de gobierno.
Y claro, la pregunta, como sal en el aire, flota en el solar habanero y en las calles de Miami.
¿Y los vuelos, mi hermano? ¿Los que nos traen y nos llevan, los que rompen el mar?
El Son del Cierre
El cierre del gobierno, ¡oye!, una vaina que se inventan allá arriba, en el Capitolio, con discursos y pleitos.
Dicen que el presupuesto se chocó contra un muro, y ahora, ¡zas!, las oficinas federales, como barcos sin vela, se quedan quietas.
Y tú me preguntas, con la cara de no entender, “¿Y qué pasa con el aeropuerto de Miami? ¿Con mis pasajes, con mi gente?”
Que te lo digo yo, con el son en la vena:
Hasta ahora, el aeropuerto, ese corazón que palpita, sigue su cadencia.
Los aviones, como palomas viajeras, no están trancados en tierra, ¡por ahora, carajo!
La Bemba en la Terminal
Pero no te creas tú que la cosa está pa’ bailar pegao.
La gente, la que trabaja, la que suda la gota gorda en la TSA, los controladores de la pista, esa gente fina que te dice “¡Abrochate el cinturón!”, ellos no cobran.
¡Imagínate tú, curando el alma en el trabajo y el bolsillo vacío! Eso suena a injusticia, a un son sin armonía.
Hay un murmullo, un eco de preocupación, como el ruido de las olas cuando se ponen bravas.
Los pasajeros, con la maleta en la mano, miran al cielo y a las pantallas, buscando respuestas, esperando que el ritmo no cambie, que el son del viaje siga su rumbo.
El Negro y la Esperanza
Dicen que algunos trabajadores, los que manejan las máquinas que ven el alma, los que vigilan el cielo, ¡esos tienen que ir a bregar!, pero sin el peso del billete en el bolsillo.
¡Eso sí que es sacrificio negro, mi hermano! Trabajar por el pueblo, por la familia, aunque el santo no pague la cuenta.
Pero no te llames a engaño, que la esperanza es terca, como la caña que vuelve a crecer.
Las aguas de la vida seguirán fluyendo, los beneficios de la jubilación llegarán, el correo no se detendrá, ¡eso es compromiso de verdad!
La Calle y el Eco
La calle de Miami, esa que huele a café y a sal, sigue su movimiento, su ritmo de siempre.
La unión, la fuerza del cubano, eso no lo tranca ningún cierre de gobierno.
Estamos pendientes, sí, como el guardián en la noche, pero con la fe puesta en el sol que mañana saldrá.
Que si el son se complica, si el tambor se calla, si el vuelo se tranca, ¡nosotros buscamos otra clave, otro ritmo!
Porque en la sangre mulata, en el corazón que late al compás de la rumba, hay una fuerza que ni el cierre de un gobierno puede apagar.
¡Así que sigue el son, mi gente! Que la música cubana es inmortal, y la esperanza, ¡esa sí que vuela alto!
¡Azúcar negra!