En el banco del parque, bajo la sombra de una palma que ha visto pasar tantas luchas y esperanzas, contemplo el ir y venir de mi pueblo. El aire lleva el murmullo de la vida, las risas de los niños, el trajín del obrero, pero también el eco de una pregunta que resuena en muchas conciencias, tanto dentro como fuera de la Isla: ¿Por qué no se rebelan?
Me preguntan con la urgencia del que observa desde lejos, del que no comprende la sutileza de la cadena invisible que aprisiona el espíritu. No es que falte coraje en el alma cubana, ni que la sed de justicia se haya ahogado en la desesperanza. La verdad, hermanos, es que la libertad no se regala, se conquista, y el precio de su conquista, en esta tierra amada, es altísimo.
La Sombra Larga del Control
No se rebelan porque el yugo que los oprime no es solo de hierro, sino de un entramado sutil pero implacable. El Estado, como un jardinero celoso, controla no solo la tierra, sino cada hoja, cada flor, cada fruto. El trabajo, el techo, el pan que llega a la mesa, la luz que ilumina la noche, hasta la voz que cruza el éter digital; todo está bajo su mirada.
A quien alza la voz, no se le ignora. Se le marca, se le aparta, se le silencia. Los juicios que juzgan la disidencia, las cárceles que acogen la verdad, son el sombrío recordatorio de que desafiar el poder tiene un precio que la supervivencia se encarga de hacer pesar. Y en la balanza de la existencia, a veces, el instinto más primario es la prudencia.
El Arte de la Falsedad y la Resistencia en lo Pequeño
Se diría que hay un pacto de silencio, una falsificación de preferencias donde las palabras públicas ocultan el sentir profundo. En la intimidad del hogar, en el secreto de las miradas compartidas, fluye la crítica, la burla al poder, la queja justificada. Pero en la plaza, en la calle, el discurso cambia. No es cobardía, es el eco de la prudencia, del cálculo ante el peligro inminente.
Pero no crean que la resistencia se ha extinguido. Ella florece en los intersticios, en los gestos mínimos que claman al cielo por dignidad. Está en el ingenio del cubano que transforma la escasez en arte, en el choteo popular que desarma la solemnidad del opresor con una carcajada ingeniosa, en la dolorosa pero persistente decisión de muchos de buscar un futuro en tierras lejanas, llevándose consigo el tesoro de su identidad.
La Pregunta Que Duele
Así que, cuando observen la aparente calma, no confundan la quietud con la ausencia de tormenta. El pueblo cubano carga con el peso de un sistema que ha perfeccionado el arte de controlar no solo el cuerpo, sino también el pensamiento. La pregunta no es por qué no se rebelan abiertamente, sino cómo logran aún, en medio de tal asedio, mantener viva la llama de la esperanza y la dignidad.
La verdadera rebelión, señores, a veces es un murmullo que recorre el alma, una semilla que espera la lluvia propicia para germinar. Y esa semilla, la de la patria libre y digna, está sembrada en el corazón de cada cubano. Mi fe en mi pueblo, hermanos, nunca se apaga. Porque conozco el precio de la lucha y sé que el verbo de la libertad, una vez encendido, no conoce el silencio eterno.