En la encrucijada de los calendarios, donde los días se deshilachan como hilos de una vasta tela, se ha manifestado un suceso que, a primera vista, podría parecer un mero trámite diplomático: la negativa de visas por parte de los Estados Unidos a los delegados de Cuba para una reunión de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en Washington. Mas quien observa con la paciencia de un bibliotecario de universos, vislumbra en este acto un eco de antiguas disputas, un reflejo en el espejo del tiempo que nos confronta con la arquitectura invisible de la política y la salud.
El Umbral de la Ausencia
El inicio del sexagésimo segundo Consejo Directivo de la OPS, un evento destinado a la confluencia de saberes y estrategias sanitarias para el hemisferio, se vio marcado por una ausencia prefigurada. Los delegados de la Isla, impedidos de cruzar el umbral de la tierra anfitriona, se encontraron fuera del laberinto físico de la reunión. La viceministra primera de Salud Pública de Cuba, Tania Margarita Cruz, elevó su voz, no como un lamento, sino como una crónica de la iniquidad, denunciando un trato discriminatorio que, según su entender, pretendía silenciar una voz acostumbrada a resonar en las esferas sanitarias.
El Juego de los Pasaportes y las Fronteras
Washington, erigida como sede y guardiana de este foro, invocó su potestad para trazar líneas invisibles, fronteras de papel y voluntad. La negación de las visas no es un acto aislado, sino un capítulo más en el extenso tomo de las relaciones bilaterales, un argumento en el eterno debate entre naciones. Cuba, miembro pleno y activo, se vio despojada de su derecho a la participación, una metáfora de otras exclusiones y vetos que pueblan la historia de las interacciones humanas. La viceministra lo calificó como un intento de invisibilizar posiciones, una táctica que despoja al debate de su riqueza, de la multiplicidad de miradas que enriquecen el mosaico del conocimiento.
La Memoria de la Cooperación y el Enigma del Futuro
No se trata, sin embargo, de una simple omisión. La voz de la viceministra evoca la memoria colectiva de la cooperación sanitaria, los miles de profesionales cubanos que han extendido sus manos a través de mares y continentes, sus aportes en la forja de un legado de servicio. Privar a la OPS de esta experiencia, de estas décadas de práctica y prevención, es cerrar una puerta a la posibilidad, a la resolución de enigmas sanitarios que trascienden las geografías y las ideologías. El debate sobre la salud, que debiera ser un espejo de la solidaridad humana, se ve empañado por la sombra de la política, por las designaciones y las sanciones que, como laberintos burocráticos, dificultan el fluir del conocimiento y la ayuda mutua.
El Eco en el Tiempo
La decisión estadounidense, hasta ahora carente de una declaración oficial que desentrañe sus motivaciones, se ancla en un contexto de medidas restrictivas, en la inclusión de Cuba en listas que, cual etiquetas de libros arcanos, definen su estatus en la escena global. La designación como patrocinador del terrorismo, heredada de administraciones pasadas, actúa como un sello indeleble que justifica sanciones, limita transacciones y, en última instancia, reconfigura la danza diplomática. Así, la exclusión de Cuba de una reunión sanitaria no es un hecho aislado, sino un reflejo en el gran espejo del tiempo, un recordatorio de que cada evento es, en esencia, un eco de otros eventos pasados, un preludio de otros que aún aguardan ser escritos en las infinitas bibliotecas del futuro. El acto de negar una visa se convierte, bajo esta luz, en un gesto que trasciende lo inmediato, un enigma que se perpetúa en la trama de la historia.